Saga Perdidos, sinopsis.

martes, 26 de julio de 2011

Capitulo 7


Un año atrás:

Un sonido que nunca antes había escuchado retumbo por toda la casa, probablemente por todo el sector. Nunca antes lo había escuchado, pero conocía muy bien su significado.

La puerta se abrió de un golpe, dejando entrar el viento invernal que congelaba todo a su paso. Por ella entro un hombre, de unos 40  años aproximadamente, con el cabello muy corto, al ras. Vestía una especie de traje completamente blanco. Incluso sus zapatos eran blancos.



-¿Em Twilson?- pregunto con una voz increíblemente ronca, como si llevara sin hablar días.

-Soy yo- conteste con timidez. Aquel hombre me erizaba los pelos de la nuca.

-Se te ha asignado un compañero- dictamino- En esta carta encontraras su nombre y toda la

información necesaria.



No supe que contestar, simplemente tome el sobre que estaba poniendo a mi disposición, y luego, se marchó tan rápido como había llegado.



De vuelta en el claro:

Ell recuerdo de mi asignación inundaba mi mente en aquellos momentos. Yo tenía ya 17 años cuando el Comitivo me trajo mi sobre, por tanto, fue una gran sorpresa cuando ocurrió. A las mujeres se las empareja a los 15 años. Mi padre y yo creíamos que el Comitivo ya no vendría, ya se me consideraba “vieja”. Así que si, fue una sorpresa en todos los sentidos.

-Em, ¿escuchaste algo de lo que te dije?

Gaeb sonaba muy preocupado, pero yo seguía inmersa en un mundo de recuerdos. Siempre habían entendido mis responsabilidades, conocía las bases del sistema, y aunque no siempre me gustasen, las respetaba, las creía.

Ahora, todo se desmoronaba, lentamente, como una montaña de hojas secas llevadas por el viento.

-Sí, Gaeb, te entendí.- mi voz no era más que un susurro. Me sentía débil y pequeña. Indefensa.

-Lo siento, pero eso es todo lo que puedo contarte por ahora.- me dijo mientras se daba la vuelta, dispuesto a irse.

Salí de mi estado de ensoñación.

-¿Qué? ¿Cómo que no puedes decirme nada más? – Gaeb estaba cada vez más lejos- ¡ESPERA! ¡Algo debemos poder hacer! ¡No podemos permitir que esto suceda!

Gaeb paro en seco y sin darse vuelta me contesto:

-¿Que estarías dispuesta a hacer para impedirlo?

Su pregunta me tomo desprevenida. Realmente no sabía qué hacer, lo que estaba intentando por el momento era recordarme a mí misma que debía seguir respirando, solo eso.

-Cuando se te ocurra algo, solo canta- se dio vuelta y me miro fijo a los ojos- yo estaré escuchándote.

Y se fue.





*



-Mierda- maldije en voz baja.

El propósito de hacer aquello estaba en despejar mi mente y llenar de paz mi corazón, pero si aquella nariz seguía saliéndome como un pedazo de vegetal mutante aplastado lo único que se iba a llenar iba a ser mi piso de hojas arrugadas.

Al llegar a casa me había encontrado en un estado tal de estupefacción que había decidido sentarme a dibujar, algo que por lo general no solo me salía bien sino que también lograba relajarme y hacerme dejar de pensar. Pero claro, mi propia cabeza se estaba revelando en contra mío. Me decía a mí misma: Pon tu mente en blanco, blanco…blanco. Pero mi mente me decía: ¡Oh no, claro que no! Ponte a pensar ahora mismo que vas a hacer con Gaeb y todo el asunto de “Gobierno crea plan macabro”.

Debía seriamente concentrarme en el dibujo, solo así lograría sentirme mejor.

Sobre mis piernas dobladas tenía una madera lisa que utilizaba a modo de apoyo, sobre ella una pequeña hoja amarillenta y en mi mano un carbón. Consideremos lo siguiente: si todo escasea, y traer comida a casa ya es una tarea titánica, ¿cómo se podrían conseguir cosas tan vanas como papel y lápiz para dibujar? La respuesta es muy sencilla, Gaeb.

Yo siempre había amado el dibujo, lo hacía sobre la tierra con pequeñas ramas, o con barro, o con cualquier cosa que encontrara que pudiera servir para mis propósitos. Por aquel entonces, antes de cumplir los 12 años y haber terminado mi educacion, Gaeb comenzó a robarse de a poco y con mucho disimulo hojas para que yo pudiera dibujar. No era una tarea sencilla. Todo el material que se nos brindaba en la Sala Educativa estaba contado, por tanto, lo que hacíamos – porque claro que  Gaeb no lo hacía solo- era cuando se nos daban hojas para hacer una tarea, escondíamos una dentro de nuestra ropa, o aunque fuera, un pedazo de papel. Todo servía, todo contaba.

De esa manera fui armando mi pequeña colección de papeles. Con que dibujar fue aún más sencillo, utilizaba el carbón que usábamos para calentar la comida y el agua. Lo afinaba para que tuviera una forma más sencilla de manejar, y listo.

Así que, heme aquí, intento hacer un rostro, y por supuesto, no me está saliendo. Debo estar perdiendo el talento, no lo sé. Esto solo me frustra más.

En ese instante, hizo aparición mi padre. Lo escuche golpear la puerta delantera como si quisiera sacarla de sus goznes. Pasos y luego un golpe sordo.

Salí corriendo y lo encontré allí, tendido en el suelo. Desmayado.

Es imposible conseguir un pedazo de pan que no este duro, pero alcohol siempre se puede conseguir.

No me moleste en tratar de levantarlo, porque aunque pudiese hacerlo, tampoco lo haría. Si, seguro que se despertaría adolorido y muy enojado, y si, se la agarraría conmigo, pero hoy no tenía ánimos de tratarlo.

De vuelta en mi habitación reflexione sobre aquel ente que se había llamar mi padre. Trabaja en la sección de envasado y etiquetado de los alimentos cosechados, los cuales luego son enviados a los distintos Sectores, incluido el Sector de los Nuevos. Tengo entendido que nunca supero la muerte de mi madre, y que por ellos bebe, pero no puedo decirlo con seguridad, ya que mi madre murió luego de haber yo nacido, por tanto, no sé cómo era el antes, y solo por eso, voy a suponer que siempre fue un idiota borracho y violento. Punto.

Me dispuse a juntar todos los papeles que había atacado y tirado al suelo, los enderece y volví a guardar en su pequeña caja debajo de mi cama. Nada podría desperdiciarse, luego dibujaría encima de mis intentos fallidos de hoy.

Me acosté, y sin importarme el dolor que mi estómago hacía, dormí. Y soñé.

Soñé con mi madre, la imagine con los ojos verdes y el cabello largo. La vi alta y esbelta. Con porte elegante y seguro. Sencilla, pero hermosa. Vestía la ropa de trabajo, y me cantaba. Era solo un susurro, que de a poco fue subiendo de tono y convirtiéndose en una bellísima nana, como si intentara hacerme dormir dentro de mi sueño. Lo logro. Deje de soñar, pero seguí durmiendo hasta la mañana siguiente cuando un grito que provenía del exterior me despertó de un sobresalto.

Me enrede con mis propias piernas cuando intente salir de mi cama, y mi rostro término aplastado contra el suelo. Fue alguno bueno en realidad, ya que el golpe me trajo de nuevo a la Tierra. Todavía llevaba la ropa que había usado el día anterior, así que no me preocupe por tener que vestirme y salí disparada al exterior.

El sol me impactó de lleno en los ojos y tuve que cerrarlos automáticamente antes de que estos comenzaran a llorar. Utilice mis dos manos a modo de techo apoyado en mi frente y abrí los ojos.

La escena que encontré me dejo muda, e hizo que todo el color abandonara mi rostro.

Una mujer rolliza se encontraba semi-tendida en el suelo, a unos 20 metros de donde me encontraba yo, lloraba con congoja. A ambos lados de ella se encontraban dos hombres vestidos con trajes marrones. Comitivos.

No conocía a la mujer, pero un dolor inundo mis venas, y junto a él, la indignación.

Se estaban llevando a su hijo, probablemente bajo la excusa de que se necesitaba buena mano de obra en el Sector Principal, el Sector de los Nuevos, eso era lo que siempre nos decían cuando se llevaban a alguno de nosotros. La mayoría de las veces, exceptuando a los familiares directos de la persona que se debía ir, el resto nos sentíamos orgullosos. Orgullosos de que vinieran aquí, a este Sector tan alejado, a buscar nuevas mentes para que trabajaran en lo mejor de lo mejor.

Hoy yo no sentía orgullo. Sabía que todo aquello era una mentira, y que probablemente, esa mujer no vería nunca más a su hijo.

Entendía perfectamente que este era el reclutamiento del cual le había hablado Gaeb. Ese chico iría a la guerra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario